jueves, 22 de enero de 2015

Florencia en El Amazonas--¡En Nashville!


This year, the Nashville Opera presents Daniel Catan’s  Spanish Language opera Florencia en El Amazonas. I saw Wednesday evening’s dress rehearsal through the generosity of the Center for Latin American Studies at Vanderbilt University; the show did not disappoint.  It left images, both musical and visual, like glittering drops of memory for a long time after the final curtain fell.

As a newcomer to the world of opera, I didn’t know quite what to expect. This particular work compelled me as a Spanish teacher—operas in Spanish are very unusual in the United States, and even more so in Tennessee.  I didn't want to miss this opportunity to experience it. In addition, as an admirer of the novels of Gabriel García Márquez, whose El Amor en los Tiempos de Cólera served as an inspiration for the libretto, I was eager to reimmerse myself in the magically realistic worlds that his influence engenders. When the CLAS  announced that they would be hosting a workshop in conjunction with the Nashville Opera, I decided to attend.

The workshop featured several important figures responsible for bringing the opera to life, including the Artistic Director of the Nashville Opera, John Hoomes. Regaling the group with insights into the history of Catán's opera and the challenges they faced in presenting it in Nashville, John gave us an understanding of the process that one must undertake in putting a production of this kind together. It was fascinating to learn about the cast as well. I was impressed by the variety of the bilingual artists' bios. It proved fun to listen to the stories of the many paths that brought these talented people to the stage. I learned, for example,  that Keith Miller (in the photo, far right) had worked as a professional football player until he became inspired by a performance that he saw of the Phantom of the Opera. La vida te da sorpresas. 



Later that day, Richard Pace, Professor of Anthropology at MTSU, gave a fascinating overview of the human and terrestrial geography of the Amazon, which gave us a framework to understand the setting of the opera. Overall, the experience was enjoyable and informative.

On the night of the performance, I was just able to make it  to the show in time for the curtain.  The opera itself, set in 1910 in the Amazon basin, began right away with the most fundamental and constant protagonist of the opera: the river itself.  The members of the chorus slithered onstage in full reflective body suits like lapping waves and explode into song, their arms and legs moving rhythmically like ripples on the river. The movement brings to life the energy of this river.

The first character we meet is Riolobo—the wolf of the river—who serves as a deckhand for the riverboat El Dorado.  He lives and works on this vessel on the  Río Amazonas, and he functions also as a narrator  in the opera, the only character who directly addresses the audience. Riolobo’s most interesting role is that of a mystical, shape shifting trickster: he embodies a kind of magic rising like mist from the great mysterious river. 

Soon more human protagonists enter the story. Paula and Alvaro, a middle-aged couple have lost the spark of their passion after many years of marriage; Arcadio and Rosalba, young lovers shyly play at the first blooming of love; Florencia Grimaldi, an acclaimed opera singer manifests seeking to recapture the ghost of an ephemeral lost butterfly hunter that she let slip away in her youth.

As the human drama unfolds, with Paula and Alvaro bickering, Arcadio and Rosalba swooning (literally), and  Florencia pining, we witness drama and conflict, love and loss. Through it all, the river—a distinctly human river—shimmers on, silently observing the drama as it passes on the stage, godlike: both compassionate and indifferent.


These performances, like the butterflies that serve as symbols of the fleeting, untameable nature of love, are few; there are only three performances. Catch it January 23rd, 25th, or 27th, 2015 in the James K. Polk Theater at the Tennessee Performing Arts Center.




Este año, por primera vez, la Opera de Nashville presenta una obra en Castellano: Florencia en el Amazonas por Daniel Catán. Tuve la oportunidad de ver el ensayo general el miércoles pasado con la colaboración generosa del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Vanderbilt. El espectáculo no me defraudó. Dejó imágenes, tanto musicales como visuales como gotas brillantes de agua que quedaron en mi memoria durante mucho tiempo después de la caída final del telón.

Como soy principiante al mundo de la ópera, no sabía muy bien cómo sería. Sin embargo, me quedé fascinado en particular como profesor de ELE (español de lengua extranjera).  óperas cantadas en español son muy poco frecuentes en los Estados Unidos--y menos en el estado de Tennessee. Además soy gran admirador de la obras de Gabriel García Márquez, cuyo el amor en los Tiempos de Cólera ha servido de inspiración para el libreto. Cuando el centro de Estudios Latinoamericanos de Vanderbilt anunciaron un taller sobre la ópera, tuve la suerte de poder asistir.

A lo largo del día en el taller, nos reunimos con el director artístico de la Ópera de Nashville, John Hoomes. Mantuvo al grupo entretenidos  con sus conocimientos de la historia de la ópera y los ideas innovadores que ha elegido para presentarla en Nashville, John nos dio una visión única del proceso de presentar una producción de esta clase. Fue fascinante aprender algo más sobre los miembros del elenco, incluyendo a muchos cantantes bilingües de renombre internacional, y los muchos caminos que los llevaron al escenario. Me enteré de que Keith Miller (en la foto, a la derecha), por ejemplo, trabajaba como jugador de fútbol profesional hasta que se inspiró por una representación de El Fantasma de la Opera. Cosas de la vida. (La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida)



Más tarde aquel día, Richard Pace, profesor de antropología en MTSU, nos presentó con una visión fascinante de la geografía humana y terrestre de la Amazonía, que nos dio un marco para entender el sitio en que desenlacen los acontecimientos de la ópera. La experiencia fue tan divertida como informativa.

La ópera, ambientada en 1910 en la zona del Amazonas, comienza con el protagonista más fundamental y constante de la ópera: el propio río. Los miembros del coro se deslizan al escenario en trajes reflectantes que cubren el cuerpo por completo. Parecen a las olas del río explotando con su canto, sus brazos y piernas se moviéndose rítmicamente como ondas en el río. ¡Qué modo más fascinante de presentar la energía y la fuerza de la vida de este río, que sirve de fuente de energía en las vidas de tantas personas!

Luego nos encontramos con el personaje de Riolobo- -que ejerce como tripulante en el barco fluvial de El Dorado. Vive y trabaja en este barco en el río Amazonas, y que sirve también como narrador en la ópera, el único personaje que se dirige directamente a la audiencia. Más, el papel más conmovedor de Riolobo es como un místico, cambiándose de formas: de hombre a dios del río y a hombre de nuevo.  Encarna la magia que sale como la niebla del gran río misterioso que serpentea por la selva tropical de la América del Sur.

Luego, introduce los protagonistas humanos de la historia. Paula y Álvaro, una pareja en sus años que han perdido la chispa de su amor; Arcadio y Rosalba, tiernos jóvenes en la primera floración de un nuevo amor; y Florencia Grimaldi, una mujer que se empeña en recuperar el fantasma de un amor perdido y efímero de su juventud.

A medida que el drama humano se desarrolla, Paula y Álvaro discutiendo, Arcadio y Rosalba desmayando (de verdad), y Florencia suspirando, vemos catástrofe y conflicto, el amor y la esperanza,  y al final, la pérdida. A pesar de todo, el río—un río muy humano--observa en silencio como pasa el drama en el escenario, y se mantiene divino: tanto compasivo como indiferente.