Experimentar una obra-- de arte, de literatura o de cine-- después de que varios años han transcurrido entre la primera y la segunda experiencia de ella es asombroso. Aunque la obra queda sin cambios, estática, congelado en tiempo, muchas veces el observador se ha cambiado bastante, y percibe la obra con ojos diferentes. La diferencia entre la experiencia actual y nuestros recuerdos de la experiencia anterior de la obra es matemático: mide la evolución propia de un ser que vive, siente y piensa (o sea, un ser humano).
Vi por primera vez Todo Sobre mi Madre en 1999, hace once años. La historia se centra en una mujer que pierde a su hijo trágicamente en un accidente y viaja a Barcelona en busca del padre para entregar las noticias del hijo. El padre nunca, de hecho, sabía que él tenía un hijo en absoluto. Es una película magnífica, y así me parecia cuando lo vi la primera vez.
Las circunstancias en las que experimenté la película ayer, sin embargo, habían cambiado en la misma manera que yo había cambiado. En 1999, vi la película subtitulada, en el mismo año en que salió, en Los Ángeles (era en el cine Laemmle Sunset 5?). En aquellos entonces enseñaba Inglés en colegio público de la ciudad Los Ángeles, vivía solo en un apartamento chiquito en Echo Park, y hablaba un español corriente (a lo mejor).
En ese momento, yo era capaz de reconocer los temas perennes de la obra de Almodóvar: el humor, la solidaridad, la creación de un sistema de amor y apoyo mutuo fuera de los límites de la familia tradicional. Me acuerda de que me impresionó la belleza y tragedia de la historia y la compasión increíble de los personajes entre sí.
Sin embargo, los personajes quedaban distantes de mí: las historias de la madre soltera, la monja, la actriz, y el travesti sobreviviendo múltiples oleadas de desastres en Barcelona fueron tan lejos de mi experiencia y conocimiento en ese momento que poco entendía.
Cuando vi la película por la segunda vez una década más tarde, fui capaz de entender la película de una manera diferente. Ahora soy padre y puedo imaginar el horror de perder un hijo. Ahora he estado en Barcelona y conozco las calles, edificios y parques donde la película tiene lugar. Ahora entiendo un poco de lo que es vivir en España y cómo ese ambiente es como un quinto personaje mudo, en cada fotograma de la película.
Como T.S. Eliott dijo en la última estrofa de su obra Four Quartets:
No paremos de explorar
Y el final de toda nuestra exploración
Será llegar al punto de partida
Y conocer el lugar por primera vez.
Si es cierto que nunca se puede volver a casa, es una alegría vivir y aprender y volver a los antiguos lugares de una manera nueva. Caminante, no hay camino. El camino se hace al caminar.
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To experience a work—of art, of literature, or of cinema—after several years have passed between the one’s first contact with and the present contact is a staggering experience. One finds that while the object or work in its static remains entirely unchanged, frozen in time, the observer (oneself) has changed significantly, and sees the work with new eyes. The difference between the current experience and your memories of the past experience is mathematical: a yardstick of one’s own evolution as a living, feeling, and thinking (that is to say, human) being.
I first saw Todo sobre mi Mama “all about (on top of) my mother”in 1999—eleven years ago. The story focuses on a woman who tragically loses her son in an accident and travels to Barcelona to find the father to deliver the news of the son’s death (who never in fact knew that he had a son at all). It is a magnificent film, and I thought so as much then as I do now.
The circumstances in which I experienced the film this year, however, have changed inasmuch as I have changed. In 1999, I saw the film subtitled, the year it came out, in Los Angeles (was it the Laemmle Sunset 5?). At the time I taught English in the LA city schools, lived alone in a studio apartment in Echo Park, and spoke unschooled Spanish (at best). At the time, I was able to recognize the perennial themes of Almodovar’s films: humor, solidarity, the creation of a system of love and mutual support outside the boundaries of the traditional family… I remember being struck by the beauty and tragedy of the story and of the incredible compassion of the characters toward each other.
Nevertheless, those characters remained distant—a mother, a nun, an actress, and a transvestite surviving multiple waves of disaster in Barcelona was about as far from my experience and understanding at that time as I could imagine.
When I saw the film for the second time a decade later, I was able to understand the film in a different way. Now I am a father and I can imagine the horror of losing a child. Now I have been in Barcelona and I know the streets and buildings and parks where the film takes place. Now I understand a bit of what it is to live in Spain and how that environment is like a fifth, mute character present in every frame of the movie.
As T.S. Eliott said in the last stanza of Four Quartets:
We shall not cease from exploration
And the end of all our exploring
Will be to arrive where we started
And know the place for the first time.
Though it is true that you can never go home again, it is a joy to live and learn and revisit the old places in a new way. Traveler, there is no road. The road is made in the walking.
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